Cómo respirar mejor
La respiración es una actividad imprescindible para el ser humano. Para realizarla disponemos de un complejo aparato, cuya función es hacer que el aire atmosférico penetre hasta los alvéolos pulmonares, donde se efectúa el intercambio gaseoso con la cesión de dióxido de carbono (C02) -un gas de desecho procedente del metabolismo de las sustancias nutritivas- y la toma de oxígeno, que llegará a cada una de las células del cuerpo a través del aparato circulatorio.
Las células del organismo utilizan el oxígeno y producen dióxido de carbono constantemente, por lo que los pulmones están continuamente en funcionamiento.
El aire atmosférico, penetra por las fosas nasales donde es calentado y humedecido, y a través de la rinofaringe, laringe, tráquea, bronquios y bronquiolos llega a los alvéolos, que son la unidad respiratoria del pulmón.
En la inspiración, el aire llena los alvéolos y, a través de sus paredes, el oxígeno se difunde para llegar al interior de los capilares sanguíneos, que lo transportan, unido a la hemoglobina de los hematíes, hasta el corazón para que sea distribuido por todo el cuerpo. El dióxido de carbono se traslada en sentido opuesto; es decir, desde los capilares pulmonares al interior de los alvéolos.
El fenómeno de la respiración se produce por la contracción rítmica de los músculos respiratorios: aplanamiento del diafragma, movimientos de las costillas hacia arriba y hacia fuera, que ocasiona un aumento del volumen de la caja torácica en la inspiración y permite la entrada del aire.
Durante la espiración hay una disminución del volumen torácico por relajación de los músculos y abombamiento del diafragma, lo que origina dentro de los pulmones unas variaciones de presión que permiten la salida del aire.
Dichos movimientos son controlados por el centro cerebral de la respiración; asimismo, en las arterias carótidas y en la aorta hay unos orgánulos que controlan la frecuencia respiratoria.
En una persona adulta el número de inspiraciones en estado de reposo es de 14 a 20 por minuto, aunque cuando se realiza una actividad física intensa la frecuencia respiratoria puede aumentar hasta 80 inspiraciones por minuto.
El ritmo respiratorio de un niño, en situación de reposo, es mayor que el de un adulto en el mismo estado y en los recién nacidos alcanza un valor de 40 inspiraciones por minuto.
Las variaciones del ritmo y de la profundidad de la respiración pueden ser debidas a procesos normales (sueño, ejercicio físico, emociones) y a ciertos medicamentos que comprometen los mecanismos anteriormente descritos, así como a la existencia de diversas enfermedades. En la taquipnea se presenta una aceleración de la frecuencia respiratoria debida a ciertas condiciones psíquicas (miedo, ansiedad…), a dolores violentos o a ciertas enfermedades.
En la bradipnea tiene lugar, en cambio, un enlentecimiento respiratorio, a menudo causado por el uso de fármacos de acción sedante y narcótica. Existen también las alteraciones del ritmo respiratorio llamadas arritmias respiratorias, como son la respiración de Cheyne-Stokes o la de Kussmaul, que se observan en algunas enfermedades.
Por todo lo anterior, podemos comprender que la respiración es importante para mantener nuestra salud. Sin embargo, surge la siguiente pregunta ¿Cómo podemos mejorar nuestra respiración?
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Cómo respirar mejor para mantener nuestra salud
El secreto para lograrlo no es otro que trabajar el diafragma. Si lo ejercitas mejorará tu capacidad respiratoria, te sentirás menos cansada, cambiará tu postura…
El diafragma es uno de los músculos del cuerpo más importantes y sin embargo uno de los más olvidados.
Ten en cuenta que si está en baja forma (con movimientos limitados) la respiración se debilita, la columna vertebral tiende a encorvarse y la musculatura de la espalda se tensa. Por el contrario, si lo trabajas ampliarás tu capacidad respiratoria, lo que permitiráuna buena entrada de oxígeno. Y un organismo bien oxigenado funciona mejor y enferma menos.
Abre al máximo el diafragma De rodillas, sentada sobre los talones, inclínate hacia atrás y coloca las manos con la punta de los dedos hacia los pies. Respira hondo y al soltar el aire proyecta el pecho hacia delante.
Presiones para liberarlo Sentada en una silla, coloca las manos en el plexo solar, inspira profundamente y, al exhalar, realiza una presión mientras inclinas el cuerpo hacia delante. Vuelve a la posición inicial y repite 3 veces.
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Estírate, crece y empieza a aliviar tensiones Con las manos entrelazadas, ponte de puntillas y levanta los brazos como indícala imagen. Bájalos soltando el aire y apoyando los talones.
Reduces el estrés Una respiración correcta también reduce el estrés, tanto mental como emocional. Para potenciar este efecto procura hacer ejercicio al aire libre, en un entorno natural, o en una habitación con una buena entrada de luz y de color blanco o azul, los tonos que más relajan.
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